Ted Bundy: biografía de un asesino en serie

 






Theodore Robert Bundy (nacido Cowell; 24 de noviembre de 1946 – 24 de enero de 1989) fue un asesino en serie estadounidense. Después de más de una década ne gándolo, confesó 30 homicidios de mujeres y niñas estadounidenses, que cometió en siete estados, entre 1974 y 1978. El número real de víctimas es desconocido.

El FBI le comprobó 36 asesinatos, por lo que fue condenado a muerte y ejecutado en la silla eléctrica el 24 de enero de 1989.

Hijo biológico de un veterano de la Fuerza Aérea (a quien nunca conoció) y de Louise Cowell, vivió sus primeros cuatro años en casa de sus abuelos maternos. Durante este tiempo creyó que sus abuelos eran sus padres y que su madre era su hermana mayor.

En 1950, Ted y su madre se mudaron a Tacoma (Washington) con otros familiares. Allí, Louise conoció a Johnnie Culpepper Bundy, un cocinero del Ejército con el que se casó en mayo de 1951 y del que Ted posteriormente adoptó el apellido. El matrimonio tuvo cuatro hijos, pero Ted nunca creó un lazo afectivo con el marido de su madre.



Ted Bundy y su Hija




Fue un estudiante aplicado y con buenas notas en la Universidad de Washington y en la Universidad de Puget Sound (Tacoma) consiguiendo una licenciatura en psicología. Trabajó en varios lugares sin durar mucho tiempo en ellos.

En 1967 se enamoró de Stephanie Brooks (seudónimo de Dayanne), una joven de una familia acomodada. Brooks fue el sueño hecho realidad de Bundy, pero dos años después ella se graduó en psicología y finalizó la relación por considerar que su pareja era indiscreta y carecía de objetivos claros en la vida. Bundy nunca superó la ruptura y se obsesionó con ella, manteniendo contacto a través de cartas para así intentar reconquistarla.

Primeros delitos y asesinatos

Antes de comenzar a asesinar perpetró una serie de hurtos en casas y comercios.

El 4 de enero de 1974, entró en el cuarto de la universitaria Joni Lenz, de 18 años, la golpeó con una palanca metálica y la violó con la pata de una cama. Al día siguiente, la chica fue hallada malherida y sobrevivió con un daño cerebral permanente. Bundy tenía 27 años.

En la noche del 31 de enero de 1974 atacó a la estudiante de psicología de la Universidad de Washington Lynda Ann Healy de 21 años. Bundy entró en su dormitorio, la dejó inconsciente con un golpe y la sacó de la escuela. Nadie notó la ausencia de la joven hasta el día siguiente. La policía no estableció ninguna conexión entre las dos agresiones y tampoco se hicieron mayores pruebas ni estudios de la escena del crimen. Los restos de Lynda Ann fueron descubiertos un año después en una montaña cercana.


Comienzo de los asesinatos en serie

Durante el invierno y verano de 1974 desaparecieron varias universitarias y madres jóvenes. Se calcula que fueron ocho víctimas a las que atacó de noche, hasta que comenzó a hacerlo de día. La policía había iniciado una investigación y contaba con descripciones acerca de un hombre que solicitaba ayuda a chicas que jamás volvían a ser vistas. El individuo tenía la particularidad de ir cargado con libros y llevar un brazo enyesado o en cabestrillo. También hubo testigos que observaron a un hombre que solía tener «problemas» para arrancar su Volkswagen, el cual había sido visto rondando el sitio donde desaparecieron dos de las jóvenes asesinadas.


Ejecución


Nada fue fácil con Bundy y su ejecución no sería diferente. Siguió proclamando su inocencia y metódicamente agotó sus apelaciones. Representándose a sí mismo obtuvo numerosos retrasos a la ejecución, la primera el 4 de marzo de 1986, incluyendo unos quince minutos antes de la hora programada para morir el 2 de julio de 1986, y otro el 18 de noviembre, a tan solo siete horas de la ejecución.

Bundy usaba y abusaba de su encanto personal y no dudó en utilizar esta capacidad en su lucha por retrasar su final. Resaltando tal rasgo, el criminólogo Robert Ressler estima que Bundy se favoreció, pues la prensa interpretó mal aquel encanto personal. Señala que, al contrario de la imagen que de él brindaban los medios de difusión, este no era "el Rodolfo Valentino de los asesinos en serie, sino un hombre brutal, sádico y pervertido".2​

Buscando aplazar el cumplimiento de su sentencia, le confesó al doctor Bob Keppel, jefe de investigadores del Departamento de Justicia de Washington D. C., con quien había colaborado tiempo atrás en la búsqueda de Gary Ridgway (asesino en serie conocido como The Green River Killer), algunos de los lugares en donde guardaba los restos de unas cuantas de sus víctimas. En su casa fueron descubiertas algunas de las cabezas de sus víctimas. La conducta de Bundy fue catalogada como perversión y compulsión necrofílica.

El 17 de enero de 1989 obtuvo la fecha definitiva: iba a ser ejecutado una semana después. Bundy no había terminado su lucha para evitar la muerte y trató de mantener sus confesiones como cebo para, así, obtener más tiempo. Él y sus abogados pidieron una prórroga de tres años para que confesara los demás asesinatos. También trató de coaccionar a los familiares de sus víctimas para que solicitaran a la corte que le otorgaran más tiempo para poder confesar. A pesar de no conocerse el paradero de muchas de las víctimas, todas las familias se negaron.


Mientras permaneció encerrado trató de diferir al máximo la fecha de su ejecución y pretendió haber perpetrado más cantidad de asesinatos, inventando detalles y proporcionando datos inconexos para así ganar tiempo con las reconstrucciones y búsquedas. Llegó al colmo de proponer ayudar a las autoridades a detener a otros asesinos en serie, aprovechando que por aquel entonces hacía estragos el llamado "caso de los crímenes del Río Verde", otra secuencia de muertes violentas que tuvo por objeto a prostitutas.3​

Considerando esta actitud, aquellos que estudiaron la personalidad delictiva de Bundy destacaron que se trataba de un mentiroso compulsivo que tuvo la osadía, una vez cercana la hora de su ejecución, de tratar de demorar el momento de la misma intentando engatusar a la policía y al FBI prometiendo la confesión de todos los crímenes que había cometido.4​

Bundy celebró un maratón de entrevistas y confesiones durante sus últimos días, aunque nunca estuvo dispuesto a admitir todo, especialmente los asesinatos de algunas de las víctimas más jóvenes. En su último día llamó a su madre y rechazó su última comida. Fue electrocutado el 24 de enero de 1989 y declarado muerto a las 07:16 de la mañana. Tenía 42 años.





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